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CUAUHTEMOC ARISTA

 

 

al principio bastó con que alguien callara la pregunta

para que ésta cruzara el impensado tejido

de lo que es

            y la vida, minúscula agitación

en el oleaje universal, desprendió su polvo inorgánico

y más vida

su oleaje toma y da, tiene esa forma y la esparce

en el tiempo –el flujo de aire destellante

en los resquicios moleculares

de los océanos de arena y roca—

es decir, cual ciega forma

asombrada de ser eso: el tiempo es

pensarse, visto de cerca ese acto

se parece a una descarga de música en internet

con sus conexiones, límites y detalles, hasta llegar a

la granulación de la voz y el peso de cada sueño

            al final

es igual

que la nada: nada entrega cada ser

al universo: se reintegra

nada toma ni produce

más de lo que da y consume

 

esa nada del que ve y escribe no trasciende

cambia el disfraz, como que existe

sólo en la memoria de otro (el alguien

de todos los principios)

que dice la nada sin nombrarla

 

un objeto que mida un minuto por lado

y diez veces de profundidad

por ahora se llama el momento de siempre

una cosa como tantas, pero tiene rostro:

es la transición hacia quien trata de pensarla

o duda en la corriente sanguínea

al irrigar el pensamiento

para quien puede danzar en un grano de arena

el momento es de certeza

 

por el resquicio de la duda entra, día con día,

la oscuridad y el cuerpo despierta de su luz innata

otea la ausencia que apenas se insinúa

(de ella se alcanza a palpar la punta)

y se aleja

pero el cuerpo, esa parte maquinal y deseante

de un deseo mayor, comienza a generar vocablos

de idiomas muertos

en los que cada sonido era una membrana

y resonaban

con los ruidos para formar un lenguaje

inabarcable, en el que dios balbucía

él no se escuchaba pero podía soñarse cantando

(pero el cuerpo de este alguien se desgrana en signos

como el árbol deshoja sus números)

 

cuando las palabras empiezan a sonar

huecas, huye de su abismo

 

primero es un síntoma confuso / fragmento de intuición

la tensión al centro de un lugar interno

no contemplado en el conócete a ti mismo

(clic de un momento mental innumerable)

 

la amarga sustancia tiñe el paisaje lunar

del silencio / decir ilumina el sedimento:

un espacio sin tiempo: será lo que aquí es

y se acumula en un sí mismo trazado hace un siglo

en la cabaña de Selva Negra

 

el silencio deja de morder la piel

nada, ni los gritos, cambia el magnetismo del paisaje

la naturaleza que se calla en las bodegas resonantes

del cráneo, crece hacia el futuro (todo lo que no

ha sido) y nosotros hablamos y hablamos

de un pasado que tiñe desde ahora lo que vaya a ser

 

la roca incrustada en otra roca

podría descubrir que es una idea

no la ecuación que se pensaba

porque si una quieta, la otra tiene que moverse

aun si ahora tú, el del poema, no lo piensas

 

esto no se dice porque

no se siente, puede

señalarse mas no verse:

recuerdos que son cuadros

colgados en los falsos

muros interiores:

de la madre, del padre, del padre

de la madre, nadie que haya sido

y no será (ahora nómbralos)

 

su nombre verdadero se pronuncia dormido

cuando baja el azúcar en la sangre

y entonces emergen sus aristas de roca

incrustada en otra cual idea en vestigios materiales

 

que pesa hacia la inercia

de una mente más profunda

pero menos amplia que el mundo

más angosta que el cuerpo

numerosa como un animal

que corre entre las páginas nocturnas: la ecuación

del secreto

            sin datos tiene siempre que moverse

hacia el origen de alguien anterior

que igual que uno, es el lugar donde está

o el momento en que transcurre

nunca las dos identidades,

una es condición para actuar su existencia

o no tendría lugar para explayar sus creencias

la idolatría del mundo / ésta habría de salir en forma de silencio

con la textura de todo secreto

en abrupta transición a la inocencia

 

 

PSYCO•VISION

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